Aprendí a tejer siendo niña. Mi Mamá me envió en unas vacaciones escolares a la casa de mis abuelos, pues allí se encontraba Sor Candida quien se hizo cargo de mi por unos días. Llegaron a mis manos dos ovillos de hilo Carmencita (hilo algodón mercerizado) color blanco. Hice muchas cadenetas, que los primeros días eran desatados, desatados, desatados y vueltos a desatar. No recuerdo pero presumo que en algún momento dejó de hacerlo, pues en mi memoria tengo el recuerdo de la línea de pilares que hice.
No se cual fue la razón por la que Sor Candida me inició en el crochet con los dos ovillos, diría juntos pero no revueltos. Creo que lo conveniente antes de iniciar era hacer una madeja con ambos. No fue así, por lo que pronto vinieron las complicaciones.
Regresé a casa con la intención de seguir aprendiendo, además mi Mamá que siempre es precavida me había comprado una revista para que siguiera practicando. Yo sin tener la habilidad necesaria destejí varias vueltas de lo que pretendía ser un sweter. Entendí que Sor Candida no había considerado que podía ocurrir algo así.
Fue a partir de allí que mi Papá empezó a experimentar con el crochet. Él quien siempre estaba dispuesto a ayudarnos se dió cuenta de mi ansiedad por tener que cortar aquella enorme maraña de hilos sin principio ni fin. Mi gran preocupación era cortar y perder una considerable cantidad de hilo, pero mi Papá se sentó con su niña y pacientemente desató los rollos. Probablemente perdimos algo, pero recuerdo que esos ovillos terminaron en la cartera blanca que está en la foto de esta nota.
En la Navidad de ese mismo año San Nicolas me trajo dos madejas de perlé, era un hilo de algodón color beige perlado (¡que belleza!). La presentación de ese hilo requería dos personas para construir un ovillo, pero como todo niño acelerado por usar su regalo, tomé la madeja y pretendí hacerlo sola. Por supuesto resultó el mayor de todos los enredos, con la misma ansiedad y frustración de la vez anterior, mi Papá volvió a enfrentarse a los enredos. Podría parecer tonto, ese detalle de acompañar, desenredar, alegrarse por las cosas, compartir el tiempo, ayudar, proteger, salvar y siempre estar dispuesto, son las cosas que caracterizan a un Papá, y sobretodo es la manera como se convierten en superheroes para sus niñas.
En mi vida son innumerables los momentos en que mis padres han estado para mí, y para cada uno de mis hermanos. Una veces mi Mamá, otras mi Papá, otras ambos. Nunca me han fallado. Como cada ser humano he peleado con mis fantasmas, ya que a veces no estamos de acuerdo con algunas de sus acciones, pero al superar todo eso que esta en nuestra mente y rememorar, encuentro que fui bendecida por Dios al permitirme formar parte de ese hogar maravilloso.
Cada día en mi pensamiento, cada día en mis oraciones, pero hoy día del Padre hago publico que tengo un superheroe en mi vida. Gracias Papaito.
P.D. Este texto lo escribí el año pasado. Este año lo extraño más, la situación de mi país hizo que mis padres se mudaran. Cada día los extraño mas.