Comencé a escribir este blog hace cinco días pocas horas antes de un viaje muy corto pero repleto de emociones y vivencias para reflexionar. Me fui en mi viaje de 18 horas por carretera pensando que había dejado pendiente el blog, y que al llegar a mi destino lo podría terminar y trabajar en esto como cada día.
Las circunstancias fueron otras, por problemas de conexión y de tiempo dejé de lado el mundo virtual, para encontrarme pensando en navidades pasadas. San Cristóbal en el estado Táchira es mi ciudad de origen, en Venezuela realmente las cosas se han ido desgastando notablemente pero los estados fronterizos son los mas golpeados.
En un recorrido de aproximadamente 850 Km nos encontramos con escasez de todo: gasolina, conexión para operaciones bancarias, efectivo, transporte de pasajeros, seguridad, y ni hablar del estado de la carretera a la llegada de la ciudad. Abunda el buhonerismo, la indolencia de las autoridades y la corrupción de las fuerzas de seguridad.
Recorrer la ciudad nos lleva a ver el deterioro de muchas zonas, casas sin pintura que lucen desoladas; colas interminables de carros tratando de surtir combustible en estaciones de gasolina donde se espera ansioso la llegada de la gandola; calles repletas de basura lo cual no tiene ninguna justificación, es lamentable que ninguna autoridad nacional, estadal o municipal sientan el más mínimo dolor por lo que padece el ciudadano.
La ciudad de mis recuerdos se va desdibujando. La "ciudad de la cordialidad" es aun maravillosa, tiene un clima estupendo, pero muy pocos la quieren de verdad. La desesperanza deambula por las calles, y el bálsamo es encontrar a la familia, reunirse en torno a la cama de mi abuelo, y esperar que él me regale una sonrisa y una charla como en otros tiempos.
Tal vez lo más difícil es ver que extraño todo lo que envolvía la Navidad en la casa n° 3-1, empezando por las flores de Navidad de mi abuela Ana, que lucían hermosas. Al llegar a la casa ellas estaban maravillosas dando la bienvenida en el porche, la sala, el patio. Caminar entre verdes, rojos y amarillos fue un placer. Ellas eran el marco de cada detalle que se cuidaba para celebrar la reunión en torno al pesebre.
Nos queda atesorar lo bonito, y trabajar para crear nuevos recuerdos, dar a los que comparten con nosotros un entorno agradable y esperanzador, que nuestro corazón se convierta en cuna y calor del amor de familia.
A fin de añadir esta flor de Navidad a la guirnalda les invito a probar este patrón.