Una de las tradiciones que me inculcaron de pequeña es la veneración a San Nicolás de Bari. Ya siendo adulta mi Papá me contó de su admiración por este santo católico, y que su fiesta de celebración es el día 6 de diciembre.

Este hombre quien en vida fue Obispo de la iglesia católica, es el patrono de Rusia, Turquía y Grecia. Muchos son los milagros que se narran en su historia. La cultura fue modificando su imagen, sus ropajes de Obispo se convirtieron en el traje rojo, una larga y frondosa barba, que reparte regalos atravesando el mundo en la noche de Navidad sobre un trineo conducido por renos, todo un ícono de estas fiestas.

Durante mi infancia esperábamos ansiosos la llegada de San Nicolás. La medianoche y el sonido de la campanilla que mi Mamá guarda celosamente en un cajón de su armario, era el momento más importante, es el instante que se puede tocar un sueño. Pienso que sería muy interesante tener esas mismas expectativas con los planes que hacemos hoy día, y sonar las campanillas cada vez que logramos una meta.

En mi país muchas familias acostumbraban comprar los trajes de estreno para el mes de diciembre. En mi casa eramos muchos, por lo que durante el año nos iban comprando lo que necesitabamos. Recuerdo un año que mi Padres no contaban con recursos suficientes, mi Mamá decidió comprar un montón de metros de satén rojo, y nos hicieron trajes de San Nicolás a todos.

Ese año fuimos los ayudantes de San Nicolás, sin dinero todos los hermanos nos convertimos en niños para admirar, creo que eso lo inventó mi Mamá antes que a cualquier persona se le ocurriera hacer los trajes rojos que ahora veo en varias publicidades. Participamos en carrozas de las vísperas de la misa de aguinaldo de nuestra comunidad, nos encargamos de saludar y lanzar caramelos.

Muchas son las experiencias que vivimos con la figura de San Nicolás, son muchos los recuerdos de cada año cuando entraba a la casa aquel hombre cargado de regalos, en especial las pijamas y los chocolates que se convirtieron en un regalo no pedido pero que siempre llegaba.

Cuando tuve en mis manos la revista Navidad 2005, encontré este patrón un camino de mesa que simboliza muchas de estas vivencias. Es el tejido con la mayor cantidad de detalles.

Para hacerlo utilicé cuatro ovillos de algodón mercerizado color blanco, y fue de esos proyectos que no acabé de un solo tirón. Como no compré el hilo del mismo lote, y tardé para terminarlo, al verlo extendido se nota una pequeña reducción en el tamaño.

A pesar de las imperfecciones es una pieza que tengo entre mis cosas preciadas.

Intérprete: Simón Díaz