Hoy visité un lugar que se convierte como en una especie de santuario para las tejedoras.

En mi mente sueño con un lugar de luz clara, con la iluminación adecuada para que podamos apreciar el color verdadero de los hilos.

En este lugar al que fui hoy, se repite un patrón que me hace recordar las bodegas pequeñas, que vendían de todo y los productos se entremezclan donde era difícil detectar el producto que se buscaba.

En esta mercería que tiene un espacio nada despreciable, todas las cintas cuelgan del techo y no te permiten ver más allá de lo que un encogimiento de hombros puede permitirte para apreciar algo que buscas.

Las vitrinas se encuentran abarrotadas de botones, hilos, cierres de diversos tamaños, muestras de distintos tipos de manualidades que se ofrecen sin orden, pintura de tela, cintas de infinitos tipos y colores, a lo que agregare un larguísimo etcétera.

Además puedes notar que en algún momento hace ya varios años diseñaron unos exhibidores que se encuentran en medio del inventario de hilos. Los exhibidores tienen rollos entrecruzados de cintas de papel brillante.

Hoy que fue un día muy caluroso, de un tráfico de calle muy lento y torpe, puedo decir que mi día transcurrió pensando en la cantidad de ovillos desordenados de distintos colores, entre algodones y sintéticos pienso que este es un reflejo de lo poco que nos quieren como comunidad.

Cada vez los negocios son más pulcros, y las mercerías de mi país tienen menos que ofrecer, más cosas viejas guardadas y menos ganas de cambiar.

Soñé por un breve instante con un lugar como Mimosa Café Lanar (no estoy haciendo publicidad, no me pagan por ello, ni conozco el lugar) seguro hay muchas como este ejemplo, donde se pueda compartir, donde se pueda comprar y apreciar cada hebra felizmente.

Apreciaría un lugar donde los ovillos sean tratados con cariño, ya que son parte de mi trabajo.

La visita a la mercería por estos lados, lejos de ser un lugar de esparcimiento, nos invita a mentalizarnos previamente, la mayoría de los espacios nos hace enfrentar el desorden, escasez de ofertas, baja disposición para el cambio y la atención.

Si te consigues con una mercería de confianza, donde puedas ser atendido porque ya eres cliente, y logras encontrar todo lo que buscas somos definitivamente afortunados.